17/6/08

La mirada



La mirada

Noche. La oscuridad se rompe por los relámpagos que poco a poco se acercan. Las nubes grisaseas reptan por el cielo desde el oriente. Los árboles mueven los abanicos enramados y caravanean ante la tormenta venidera.

La luz se va. Sólo el viento y el ruido de las gotas contra el cristal. Sólo la sombra de árboles y mi respiración agitada. Sólo mi cuerpo encogido y el recuerdo.

Recuerdo.

Fue una noche de tormenta como esta: oscura, ventosa y con árboles agitados. Acampábamos cerca de los volcanes, donde todavía existe bosque de alta montaña y el frío cubre la tierra casi tanto como el musgo, el liquen y la hojarasca. Aseguramos la tienda y nos separamos para buscar un poco de leña seca, no más de cincuenta pasos del campamento. Los truenos arreciaban y los relámpagos parecían salir del suelo.

F y yo encontramos un sitio extrañamente seco, como si la lluvia respetara el claro bajo un árbol milenario. No era normal, no había huellas en la tierra, el musgo se fundía en una alfombra pareja, ni un solo pasto perturbaba la superficie, es más, no había hojas ni ramitas de pino sobre ella. Al fondo, junto al árbol, vimos una roca parecida a una estela o a esos menhires que aparecen en las fotos del NatGeo.

Las miradas se encontraron y tomados de la mano, F y yo caminamos hacia la roca. Con cuidado nos hincamos y él tomó el dorso de la camisa para limpiar la superficie de la recién descubierta lápida (porque no era sólo roca, no era estela). F comenzó a leer en celta antiguo. Abrí los ojos para mirar a F y sólo encontré su mirada perdida en la lectura y una silueta desdibujada. Aunque me quedaba claro que F entendía gracias a su afición a los lenguajes antiguos, no lograba comprender qué hacía una lápida celta en esta parte del mundo y cómo es que alguien podía leer tan a pesar de la lluvia constante y tan sólo iluminado con los rayos.

La voz de F se tranfiguraba; ahora un eco cavernoso salía de su garganta y la tormenta parecía cercarnos. Asustada, intenté moverme. Las piernas no respondían, sólo atiné a mover los ojos y después la cabeza en busca de lo que sucedía. El bosque era otro. Era más antiguo, lleno de ruidos ajenos al mundo moderno, con olores pútridos y añejos. Intenté rezar, pero las palabras no acudieron a mi cerebro.

F mascullaba cuando el cielo retumbó más aún. Los rayos entrechocaban e incendiaban la atmósfera. Ya no parecía una tormenta. La forma era reconocible ahora: circular y con pupila. Desde más allá del tiempo, el dios ancestral a quien F había convocado estaba con nosotros y lo miraba.

Un trueno logra sacarme del sopor del recuerdo. Sobreviví no se cómo tras meses en el manicomio.A F, a mi amado F no volví a verlo. Supongo deambulará perdido en las brumas del tiempo como sacerdote de un dios del que sólo pude soportar su mirada.


Texto: Ileana Cruz

16/6/08

Dragones nocturnos









Dentro de los cielos nocturnos de todo el mundo, a veces logras ver figuras míticas revoloteando dentro del entorno al cual ya estás habituado y sin prestar atención vives, pero sorpresa cuando estas figuras salen a tu paso...
Que opinas de situarte en otra realidad que no es la normal, estás dentro del juego de calabozos y dragones o a caso en la saga de dragon lance?
No... estás en la ciudad de Querétaro y frente a las obras escultóricas de Carlos Deolarte.
Te comparto un poco de esta realidad mítica y espero la disfrutes...
Entra al país de las maravillas que creamos para nosotros mismos.